Arthur González
El reciente editorial del The New York Times, levantó ronchas entre los que compiten por métodos diferentes para destruir a la Revolución cubana; unos por la corrosión desde adentro o el abrazo de la muerte, que es el caso de las posiciones de ese editorial, y otros marcados por el viejo síndrome de la “Fruta Madura”, reflejado en un editorial considerado como réplica, publicado días después por The Washington Post.The New York Times apuntaba que es necesario eliminar el Bloqueo económico, comercial y financiero sostenido por Estados Unidos contra Cuba, como vieja fórmula para lograr el “desencanto y desaliento” del pueblo a partir de las limitaciones económicas, porque después de medio siglo de aplicación no alcanza las metas soñadas, siendo el mayor perdedor el mercado estadounidense, al verse limitado de vender sus productos e invertir en sectores que hasta 1961 estuvieron capitalizados por ellos, incluso crear nuevos puestos de trabajo.
Los que reclaman la eliminación del Bloqueo no lo hacen por humanidad con el pueblo cubano, sino porque sueñan un cambio de régimen, al venderle supuestas bondades del capitalismo, olvidándose que ese era el reinante hasta diciembre de 1958 y no resolvió ni el hambre, el desempleo, la desigualdad social, el analfabetismo, el llamado tiempo muerto entre los agricultores, la discriminación racial y la falta de servicios de salud.
El editorial presentado por The Washington Post, expone la misma retórica manejada por la mafia terrorista anticubana de Miami, integrada por hijos de colaboradores del tirano Fulgencio Batista, la que no se cansa de ejecutar medidas para impedir la normalización de relaciones entre dos países vecinos, y que de lograrse pudiera beneficiar a ambos pueblos.
Sin argumentos sólidos para defender una postura condenada casi unánimemente por más de 20 años en la Asamblea General de la ONU, The Washington Post mantiene la falsa idea que“levantar el embargo premiaría la intransigencia del régimen”, piedra angular para no reconocer el fracaso de su política, la que no ha podido derrumbar un sistema social construido con el apoyo mayoritario de la nación y que ni invasiones mercenarias ni la creación de grupúsculos contrarrevolucionarios ni cientos de miles de horas de transmisión de informaciones falsas y tergiversadas ni múltiples actos terroristas de diversa índole, e incluso decenas de planes de asesinato a sus principales líderes, han tenido éxito en medio siglo.
Referente a la “persecución” de los elementos contrarrevolucionarios, el editorial omite con premeditación que esos fueron creados, entrenados y abastecidos por el gobierno norteamericano y la CIA, según sus propios documentos desclasificados, que anualmente la Casa Blanca les asigna 20 millones de dólares para sus actividades provocativas, y que laUSAID y la NED, poseen un fuerte financiamiento para operaciones subversivas.
Ejemplo de eso son los 6 millones de dólares aprobados el 10.07.2013 para la USAID, con el propósito de “fortalecer la capacidad humana en la isla y brindar oportunidades a los líderes opositores, a fin de aprender habilidades técnicas y recibir experiencia en una serie de campos importantes para el desarrollo de la democracia y la sociedad civil”.
Esto se traduce en que los fondos del gobierno se emplean para sufragar los viajes turísticos por el mundo de algunos de sus asalariados cubanos, como los que hacen por Europa la inculta y grosera Berta Soler, Yoani Sánchez Cordero y su esposo,Guillermo Fariñas, Antonio González-Rodiles, Eliécer Ávila, Manuel Cuesta Morua, Elizardo Sánchez Santacruz y muchos más, sin que ninguno obtenga resultados en sus intentos de derrocar al gobierno cubano.
Mencionar el tema de Alan Gross debería darles vergüenza, al enviarlo a una cárcel segura sabiendo de antemano que introducir equipos de transmisión satelital, similar al que la CIA había entregado a uno de sus agentes en la Isla, era considerado un delito, al demostrarse que sus intensiones estaban directamente relacionadas a un proyecto para intentar derribar el proceso revolucionario.
Sobre la muerte de su asalariado Oswaldo Payá Sardiñas, sería mejor que ventilaran ese tema con los jueces y abogados españoles (para nada comunistas o con posiciones de izquierda) los que rechazaron las denuncias que hicieran ante la fiscalía de España su viuda, Ofelia Acevedo y su hija Rosa María Payá Acevedo.
Si esas acusaciones tuvieran una sola letra de sospecha de que entrañaban una verdad para señalar a Cuba como responsable de su muerte, nadie puede dudar que la campaña de prensa hubiese sido grandiosa.
La realidad es que el único responsable fue Ángel Carromero, líder de las juventudes del Partido Popular, al conducir el coche a exceso de velocidad, algo usual en él y por lo cual le fue retirada su licencia en España.
Medio siglo de fracasos obligan a los políticos estadounidenses a reflexionar sobre la necesidad de reconocerlo, y sin prepotencia escuchar el clamor mundial.
Lo demás son posiciones encontradas que buscan las vías de como “llevarse el gato al agua”.