
Llegué a las cercanías del Hotel Saratoga minutos después de enterarme de la terrible explosión. Las imágenes impactan, sobrecoge el desastre. Estar allí estruja el alma, más aún pensar en el dolor de los heridos y el sufrimiento de quienes perdieron allí a un ser querido. Espanta pensar que en los escombros puede haber personas atrapadas.
En medio del dolor asquea ver a robots deshumanizados que alzaron las manos no para rescatar vidas de los escombros sino para hacer una directa en Facebook y jactarse de la explosión mientras aún el edificio humeaba… Asco y pena de los oportunistas que se alegraron de ver derrumbarse una esquina de La Habana. Por suerte son pocos, los politiqueros de siempre, los que “cambiados por mierda se pierde el envase”.
- Me llenan de orgullo los cientos de cubanos en la cola a las afuera del Banco de Sangre de la Calle 23 en el Vedado, quienes bajo el sol y luego lluvia, hicieron cola para donar sangre.
- Me llenan de orgullo los maestros y auxiliares y todo el que ayudó a evacuar a los niños de la escuela primaria en la acera de enfrente del Saratoga.
- Me llenan de orgullo los bomberos, los rescatistas, los paramédicos, los policías, los cubanos y cubanas que le fueron arriba al peligro para salvar al que estuviera aún entre los escombros.
- Me llenan de orgullo, una vez más, los médicos y enfermeros en los hospitales que acogieron a los heridos.
- Me llenan de orgullo Díaz-Canel, Lazo, Marrero, la Chapman, Iríbar, Zapata y otros tantos que no vacilaron y llegaron enseguida a coordinar y dar apoyo.
Por último me recontra enorgullecen mis colegas de la prensa cubana quienes llegaron al momento, como pudieron, haciéndose espacio entre el tumulto y han hecho una cobertura extraordinaria, responsable y veraz, sin escatimar las horas bajo el sol fortísimo, las temperaturas del mediodía, los riesgos de una posible nueva explosión a pocos metros y con la conexión inestable por la lógica congestión de las redes.
Definitivamente somos más los que sentimos este como un día trágico. Mucho. Los rostros polvorientos de los rescatistas dibujan el rigor de la tarea que tienen, pero al mismo tiempo son la esperanza. Los cabellos desordenados y las caras sudadas de mis colegas periodistas son testigos del esfuerzo de muchos. Un día en el que nos unimos en el dolor de todos los que sufren por las pérdidas.
Autor: Jorge Legañoa Alonso
Tomado de Cubadebate