Todos los bostezos son iguales, solo difieren en su forma y duración. (Foto: ugc.kn3.net)
Aunque no estemos cansados, si vemos a alguien bostezar, lo hacemos también, se torna reacción común que todos hemos experimentado alguna vez; pero ¿por qué sucede? El quid lo tiene la aceleración de una región concreta del cerebro, según una investigación de la universidad de Nottingham.
El estudio apunta que el apego al contagio del bostezo involuntario se origina en la corteza motora primaria del cerebro, área responsable de la ejecución del movimiento a través de los impulsos neuronales, hallazgo que a la vez permite avanzar en el tratamiento de enfermedades neuropsiquiátricas, rama de la medicina que se ocupa de trastornos mentales atribuibles a enfermedades del sistema nervioso.
Los resultados que arrojan luz sobre la base neural de este ecofenómeno –repetición automática de las palabras o acciones de otros–, deja claro que la necesidad de bostezar es diferente en cada persona. Sin embargo, la capacidad de resistirnos al contagio es limitada, incluso el intento de reprimirlo aumenta la necesidad de bostezar. Por mucho que lo intentemos, nuestra predisposición al bostezo no va a cambiar.
La buena noticia es que el hallazgo –publicado en la revista Current Biology– permitirá a los investigadores comprender mejor las causas de las enfermedades relacionadas con un aumento de la excitabilidad cortical o disminución de la inhibición fisiológica, donde los pacientes no pueden frenar los ecofenómenos más comunes: ecoalia, imitación involuntaria de palabras, y ecopraxia, imitación automática de acciones.
“Consideramos que estos descubrimientos pueden servir para comprender mejor una amplia gama de patologías clínicas como la epilepsia, la demencia, el autismo y el síndrome de Tourette”, asegura Stephen Jackson, profesor de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Nottingham y director del estudio.
Por otra parte la profesora de Neuropsicología Cognitiva del Instituto de Salud Mental de Nottingham, Georgina Jackson explica: “Esta investigación ha demostrado que el impulso se incrementa cuando intenta detenerse. Utilizando la estimulación eléctrica se pudo aumentar la excitabilidad motora y, al hacerlo, aumentó la tendencia a contagiarse del bostezo, por lo que si en pacientes con Tourette pudiéramos rebajar la excitabilidad, reduciríamos los tics, y eso es en lo que estamos trabajando”.
Por YAMILA BERDAYE